Capítulo XII

5 de Diciembre de 1805

XII
El cuaderno de Berthier
La batalla de Epson


El vapor del café humeante me calentaba la nariz mientras miraba los movimientos enemigos. Sebastiani a mi lado mostraba su desilusión porque el emperador dijo que no hacía falta someter a los novatos a la batalla, así que la reserva se quedaría en alerta lista para intervenir solo si se consideraba muy necesario. “Tranquilice a sus muchachos Berthier, ya les llegará su turno”, había dicho el emperador ante la sonrisa de Ney, Bernardotte y Soult. Al final los muchachos estaban tranquilos… y malhumorados, pero los veteranos que componían el primer orden de la Guardia Imperial se habían alegrado. Ellos ya habían pasado por unas cuantas de estas.

La lluvia empeoraba el hastío de la reserva que armaban sus tiendas para convertirse en espectadores de lujo. Le pedí al Sire que por lo menos dejase que los artilleros, nuevos chicos de la escuela de Brienne, se fogueasen junto con los hombres de Marmont. Accedió. Así que despedí a Andreossy quien se puso a las órdenes del General de División y marchó junto con sus hombres y cañones a tomar posiciones en la primera línea.

Tenía en la mente el mapa que estudiamos en la tienda de Napoleón donde se exponía el plan de batalla. No parecía fácil dado que los ingleses no se concentraban en una posición sino más bien en una línea extensa y tenían demasiadas tropas.
Además
 los oficiales coincidíamos en una sospecha: algo estaban tramando. Nos parecía que esto no era todo lo que podían exponer. Aunque según escuché en la reunión, los ejércitos mas numerosos y preparados en tierra siempre fueron los austríacos, prusos o rusos, mientras que los ingleses eran fuertes en el mar. Pero las sospechas se fundaban en la razón de concentrar las tropas en las puertas de Londres, dejando las guarniciones costeras e intermedias desprovistas.

Según los informes de los espías que servían a Segur, originalmente las defensas del general Moore se disponían en doble línea paralelas a las costas. La primera en las playas, al borde del mar, conectadas por las guarniciones costeras y puertos, e incluían torres frente la línea de playa. En estas torres se montaban cañones y hombres, una idea que había tomado de la isla de Córcega donde los corsos revolucionarios como el padre del emperador las construyeron con el objeto de defenderse de ataques franceses en un principio, pero sirvieron luego para rechazar una invasión inglesa a cargo del propio Moore. De ahí que el general inglés aprendió la lección y la trasladó a su isla.

La segunda línea era una serie de plazas fuertes mas o menos armadas que accionaban rápidamente en apoyo tanto de la primera línea como de las necesidades defensivas de la capital, punto céntrico del imaginario círculo que describía esta serie de cabeceras armadas. Se podría decir que la primera era pura artillería mientras que la segunda era infantería y caballería además de actuar de enlace para correo y logística.

Pero cuando llegamos estaban deshabitadas. No solo de hombres, sino también de armas. Las supuestas líneas concéntricas no existían y nadie nos molestó en toda la mañana mientras caminábamos hacia la capital descubriendo una serie de valles verdes y húmedos, llenos de pinos y algunos animales pequeños como conejos y zorros que miraban absortos el paso del ejército a lo lejos. Inclusive, al llegar a los North Hills, esa serie de mesetas y elevaciones, podíamos distinguir algunos rebaños de ovejas alejarse a las órdenes de sus pastores.

Y de pronto, toda la defensa se concentraba en un solo punto. La avanzada de exploradores de Soult los había descubierto al bajar los Hills cuando iban camino al Norte de Londres. En seguida dieron la alarma mientras que el Mariscal se estacionaba en la ciudad de Woking.

La disposición inglesa era una apuesta demasiada arriesgada dado que era a todo o nada. Comenzamos a gestar una idea bastante difícil de creer, pero no imposible al tomar en cuenta los datos de la defensa. Poco a poco sospechamos que la acción era deliberada, y nos conducía a algún tipo de trampa. Como si nuestros movimientos hubieran sido programados por ellos para llevarnos hasta el teatro de operaciones que mas les convenía, por los caminos y accionar que ellos prefijaran, pero de tal manera que nosotros sintiésemos que habíamos elegido esta opción.

El nerviosismo se fue aplacando cuando me enteré que mi papel iba a estar lejos del frente de combate, pero aún así sentía cierta inquietud al ver tanto movimiento de armas. Las banderas desplegadas por los diferentes regimientos no se distinguían bien a causa de la falta de suficiente viento que las hicieran flamear.

El emperador había hecho venir solo a los mariscales que comandaban los flancos. Junto a Soult, Bernardotte y Ney estábamos el Sire y yo, acompañados de Vivant y Jomard. Napoleón había montado la mesa de mapas en la parte superior de una pequeña elevación de unos 40 metros de altura. Con los planos delante donde Vivant indicaba y describía el terreno, mirábamos hacia el Norte, escuchando las palabras del técnico.

-Lo que se ve de frente, al Norte, son las elevaciones de Downs Hills, de unos 200 metros de altura en esta parte. Al oeste de estas colinas la altitud sube hasta los 240 metros aproximadamente. Ese saliente que vemos de frente, en línea recta tiene una elevación de unos 50 metros, más o menos como la que estamos pisando.

-Y ese será el punto central del teatro de operaciones.- Dijo el Emperador tomando la palabra -Como pueden ver el enemigo previó muy bien su posición: ellos dominan las alturas por lo que su artillería tendrá mucho mas desarrollo mientras que nosotros tendremos que combatir cuesta arriba. Así que lo que haremos será un movimiento de giro de nuestros hombres en el ala derecha, para debilitar el centro. Bernardotte, usted retire a Murat detrás de sus filas, que vean que la caballería prácticamente desaparece en su flanco. Cuando ellos avancen debe darles el espacio necesario, retroceda presentando batalla como si lo estuviesen derrotando, hasta que la infantería enemiga se separe de su artillería. En ese punto deténgalos y aguántelos ahí. Les entregaremos la posesión de la ciudad de Warlingham para que se sientan seguros pero aislados. No retroceda más pero no avance hasta nueva orden. No tendrán más remedio que proteger sus baterías en ese flanco con infantes del centro. Si es necesario que la caballería los atosigue un poco, para obligarlos a mover tropas del centro a la posición de su artillería. Esto debilitará el centro de su formación despejando el camino para Ney.

Que Marmont le siga llevando nuestra artillería. Deberá ser montada sobre el promontorio central. Si nuestras baterías ganan esas alturas será más fácil romperlos en el centro. Luego de eso nuestras alas se cerrarán en un movimiento de pinzas pero no antes de que Ney y Marmont conquisten la altura de la meseta central.

Soult, es necesario que su flanco no retroceda pero que amenace con subir la meseta desde su ala para tenerlos entretenidos a fin de que no puedan prestar ayuda en el centro. Una vez que los flancos de Bernardotte y Soult logren sus objetivos todo estará en sus manos, Ney. Un ataque rápido y se terminará. Igualmente de ser necesario la reserva de Berthier estará lista para entrar en combate donde sea.

Desde el principio algunos pensamos que el plan del Sire daría resultado, pero los gestos de otros comandantes mostraban preocupación. De los comentarios deduje que la operación era realmente difícil aunque ellos eran los mejores jugadores en estas canchas, pero el principal motivo de preocupación era la falta de efectivos en Francia para detener un contraataque masivo, es decir que en esta campaña se podia decidir definitivamente la guerra. Y eso era lo que Bonaparte buscaba: una definición.


La fila inglesa comenzó a golpear a nuestra derecha, donde estaba Bernardotte. Mirábamos con suma atención como los ingleses lanzaban andanadas de artillería pesada mientras la caballería de Murat se replegaba por detrás de las tropas de Junot, tal como había planificado el Sire. 

En realidad la artillería se disparaba en todo el frente, pero era mas para marcar territorio mientras la infantería se desplegaba sobre el flanco de Bernardotte. En el otro flanco, al Noroeste, no podían mas que mantener la posición ya que si bien Soult y Lannes estaban cuesta abajo, se separaban de las colinas inglesas por un gran valle que quedaba expuesto a la artillería de ambas parte, así que ninguno tomaría la iniciativa por ese lado. Y algo similar sucedía en el centro.

En menos de 45 minutos, el frente francés se había retirado varios kilómetros dejando la zona de Warlingham a disposición de la infantería enemiga que avanzaba lentamente, pero a paso sostenido. En las afueras de la ciudad se plantaron las tropas de Bernardotte y Junot equilibrando las fuerzas. Una división de infantería que intentaba rodearlos por el Este fue detenida por Murat con una sorpresiva carga de caballería. Pero ambos ejércitos se habían estancado en ese punto con la ciudad reconquistada por las casacas rojas. En los catalejos se veían como dos regimientos se movilizaban hacia el flanco reforzando la posición de las baterías. Napoleón sonrió.

-Pero aún pienso que tienen algo, Berthier.

-Si lo tienen tendrán que demostrarlo rápidamente, porque una vez alcanzado ese promontorio y montados los cañones, quedarán muy debilitados.

-No subestimemos al enemigo, mariscal, a estos no los conocemos en campo abierto y aún tienen 1500 metros de frente de combate. Hasta que no los estiremos más, no perderán la profundidad necesaria para dispersarlos.

En ese momento el emperador avisó a los hombres de banderas que dieron el visto bueno a Ney para comenzar con las maniobras tendientes a tomar el promontorio que teníamos de frente. El Mariscal maniobraba con sus dos divisiones de infantería al mando de Suchet la primera y de Caffarelli la otra, mostrándose ante el enemigo, cuando de pronto la caballería al mando de Trelliard se lanzó desesperadamente hacia el frente rompiendo su formación. En pocos minutos la primera batería de artillería inglesa estaba anulada y al cabo de media hora la infantería de Suchet hacía pié en el promontorio tras el repliegue de los ingleses.

No lo esperaban. La velocidad con que Ney movilizó a los húsares fue el factor que sorprendió a la división mas adelantada de los británicos. Intentaron reforzar la posición, pero el cuerpo de Marmont cambió de rumbo más rápidamente que la caballería de Ney y pasando por detrás del mariscal se situó a la izquierda de este y anuló con dos mortales cargas el contraataque en el punto que el mariscal había dejado descubierto.

Al mismo tiempo se estaba produciendo el fuego mas violento sobre el flanco izquierdo, protegido firmemente por las tropas de Soult que no paraba de ir de un lado hacia otro alentando a su artillería que no dejaba de disparar. Cada tanto, cuando la infantería inglesa se le acercaba, la caballería de Margarón cargaba alejándolos a sus posiciones originales, pero no podían conseguir llegar a los cañones enemigos.

El Sire desplegó el plano del teatro de operaciones que los cartógrafos le habían dibujado, y señalaba puntos con su cetro hablándonos ante la mirada atenta de Sebastiani, Segur y yo. En ese momento vimos al cuerpo central británico contraatacando a Ney con dos divisiones más allá del promontorio central, pero el mariscal resiste y una vez mas es Marmont el que lo asiste y rechaza el ataque.

-Berthier, avancemos hacia el frente de combate para reforzar la posición de Marmont. Si mostramos más número de efectivos en el centro es probable que dejen de atacar hasta que los regimientos de Ney se asienten con todas sus divisiones sobre la colina y el general Marmont pueda montar sus baterías.

Sebastiani y Segur pusieron en marcha la maquinaria mientras un grupo de guardias, unos 50 hombres, nos rodeaban en perfecta formación formando un cuadro alrededor del Sire y yo. Pero minutos mas tarde la guardia nos fue dividiendo y Napoleón quedaba rezagado lentamente mientras yo seguía desde atrás y a buen paso la marcha de Sebastiani por un lado y Segur por el otro, ambos precedidos por las divisiones de reserva. El emperador se quedó de pie en la pequeña meseta desde donde observaba dando indicaciones con los señaleros de banderas.

A las dos horas de batalla el ejército inglés desencadena un tercer ataque sobre las líneas de Ney y Marmont, que parecen empezar a flaquear. A los veinte minutos de carga, el Mariscal da orden de replegarse sobre sus pasos, mientras que Marmont se defendía desesperadamente, pero no por mucho tiempo.

Sebastiani, adelantado a mi derecha me miró y le asentí dando mi consentimiento de entrar en combate. Avanzó con sus cinco brigadas de infantería mientras Segur cargaba por el flanco derecho de Ney con las cuatro de caballería. Yo los seguía con la guardia rodeándome detrás de mis brigadas.

La adrenalina se hacía sentir cada vez con mayor intensidad. Una vez que los infantes de Sebastiani tomaron posición junto a los hombres de Marmont, este atacó con todos los efectivos dando un golpe de mano a la batalla. De pronto estaban sobre el promontorio empujando al frente central inglés por la meseta, partiendo en varios pedazos las líneas enemigas. Pedazos que se refugiaban en los flancos.

Ney aseguró la meseta y los regimientos enemigos se replegaban hacia el Oeste, donde Soult y Lannes seguían aguantando las cargas con mucho ruido de artillería.

Fue en ese momento cuando se escuchó un sonido distinto. Entre el ruido de los cañones parecía que un grupo de artillería disparaba al unísono, dado el fuerte estruendo que sobresalía por sobre los demás. El primer y segundo disparo, quedaron muy cortos, ya que fueron a explotar sus cargas a los pies de los regimientos de Ney. Pero entonces comprendimos que algo estaba mal.

Lannes de pronto se movió a mi izquierda, a lo lejos, y por el catalejos vi como avanzaba desesperado sobre el enemigo en una acción casi suicida, sin esperar órdenes del emperador. Infantes, húsares y oficiales se lanzaban cuesta arriba por la ladera del Downs Hills rompiendo toda formación prevista. Cruzaron el valle exponiéndose como si los persiguiese el diablo. Ni siquiera había banderas en la formación de Soult que indicasen una orden así.

Al ver a Sebastiani que cabalgaba frente a mí vociferando algo, sentí como los sentidos se aplacaban de golpe. Un violento estruendo tronó desde lo alto de la colina y a partir de ahí todo me pareció mas sordo. El disparo fue a parar justo a los pies de la guardia que protegía al emperador y que caminaba a varios metros detrás de mí, haciéndolo desaparecer de la visión tras una nube de polvo y barro que se elevó como una pared. La vista se me hacía borrosa así que trataba de quitarme restos de tierra de mi cara. Vi a la ambulancia de Larrey dirigirse hacia Napoleón dejando todos los heridos del campo de combate, mientras me limpiaba un barro viscoso de color ladrillo pegado en mi frente.

Al mismo tiempo Murat, en el ala derecha cargaba por la ladera de la colina mientras se veían los fogonazos de las baterías de Junot y Bernardotte. Las banderas de señales se cruzaban indicaciones que yo no comprendía entre Bernardotte y Soult, de flanco a flanco.

Las tropas inglesas se dispersaban cuando el cuarto trueno anunció su último disparo sobre el frente de Soult, pero sin dirección gracias a la intervención de los diezmados regimientos de Lannes que, llegando a la cima de la meseta, se abalanzaron sobre las baterías enemigas. Mis oídos se cerraron aun más y no comprendía el mareo que me estaba atacando. Pensé que si seguía así me iría al suelo de golpe por lo que intenté agarrarme de las riendas de mi caballo.

Con la carga de los hombres de Murat en el otro flanco y el avance de Ney, disparando sin oposición sobre las filas desorientadas del ejército británico, el enemigo se replegó hasta formar una piña y desaparecer cuesta abajo detrás de las colinas y de una nube de polvo que terminaba de cegarme. Recuerdo ver a Sebastiani acercarse pero no escuchaba lo que me decía. Me imaginé a Bernardotte y Junot en el desembarco, cuando seguramente tenían que escuchar los cañonazos de los navíos golpeando bajo sus pies y al barco zangoloteándose de un lado a otro como una hamaca en el parque, como nos había pasado a nosotros. Hasta sentí ese brusco vaivén hacia un lado y otro como si en ese mismo momento estuviese ahí. Entonces mis sentidos volvían en sí y escuché a Sebastiani que me sostenía la cabeza, recostada sobre el suelo:

-¡Resista Mariscal, resista que ya se termina!

Recobré los sentidos mucho mas rápido que al perderlos. Estaba tirado en el suelo y el calor que sentía en la pierna era el peso muerto del cuello del caballo que yacía con un gran boquete en la panza. Al parecer, según decía un teniente a mi lado, la metralla se había incrustado en el animal cuando se paró sobre sus patas traseras, interponiendo su cuerpo entre los proyectiles y mi cabeza. Tal vez por la caída, o una esquirla, tenía en mi frente un corte que bañaba de sangre al barro que se había pegado, producto de la explosión sobre la tierra del cañonazo. El doctor Larrey era quien personalmente cosía con un punto la pequeña herida en el instante en que me desperté. Lo primero que reconocí fue a Sebastiani:

-¿Está usted bien?

-Si, bien. ¿Como está el emperador?

-Parece que no es grave. Esos rubitos desmontaron los cañones de 36 libras de los barcos y los montaron aquí, para frenarnos. Nos dieron de lleno. Ney dice que quiere achicar las distancias, es mejor porque nuestra infantería es mayoría, pero que deberíamos agregar la reserva al ataque para terminar antes de que llegue la noche…

Me quedé mudo mirando al frente. Al parecer, a falta de Napoleón, yo estaba al mando. No estaba seguro de lo que debía hacer, pero parecía que el general estaba de acuerdo con Ney. Aunque dudaba. Y la duda siguió durante unos minutos interminables hasta que llegó Marmont rodeado de sus edecanes y su guardia. Mientras me ponía de pie aproveché para ganar tiempo.

-¿Donde esta el emperador?

-Fue herido. Lo llevaron a la tienda de campaña.

-¡Mierda!, confían mucho en su imagen. Si se enteran en el frente cundirá la desconfianza en ellos mismos. Muchos le creen un talismán.

-Sebastiani, informe como estamos.

-El General Lannes anuló las baterías de fondo enemigas, por lo cual no tendríamos que tener problemas con eso. Murat tomó el frente Este, y Bernardotte y Junot ya están sobre la colina.

-Soult también llegó a las alturas, apoyado por los cañones de mi división en el centro y Ney tiene las posiciones centrales controladas.- Intervino Marmont -Aunque Lannes ya no puede colaborar mucho, ha perdido casi cuatro regimientos entre muertos y heridos, pero tenía que hacerlo. Esos dos cañones de 36 libras hubiesen machacado nuestra posición en solo dos disparos más. Tanto Ney como yo le debemos la vida de nuestros hombres al general Lannes.

-Los ingleses- retomó Sebastiani -se replegaron hacia atrás de la meseta. Ya no tienen muchas fuerzas, así que seguramente huirán hacia Londres. Pero necesitamos que Ney avance sobre ellos para terminar esto antes de que anochezca.

-Adelante, avise al Mariscal que avance.

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